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OPINIÓN

3 de junio de 2023

3 de junio: NI UNA MENOS, NI UNA MUERTA MÁS. Por Marta Salinas

“Ni una menos, ni una muerta más”. La autora de la consigna, usada por primera vez en 1995, fue Susana Chávez Castillo, poeta y activista mexicana asesinada en el año 2011, por denunciar los crímenes contra las mujeres en su país, unió la lucha contra los femicidios en Juárez, Chihuahua, México. También es el emblema de las marchas multitudinarias en Argentina, Chile, Uruguay, Brasil, México y otras geografías en el mundo, contra la violencia de género. La etiqueta #NiUnaMenos se extendió en las redes sociales y es un clamor social muy potente que cruzó fronteras y continentes

El vasto y consolidado movimiento “Ni Una Menos” se instaló en la agenda pública, social y política a partir del 3 de junio de 2015, tras el femicidio de la adolescente Chiara Paéz, asesinada por su novio, en Rufino, Santa Fe, que detonó la impactante manifestación en la Plaza del Congreso, en Buenos Aires, replicada en cientos de plazas de toda Argentina, como también en otras geografías de Latinoamérica y el exterior, cuando una multitud de voluntades unidas en la defensa de la vida de las mujeres iniciaron con la consigna de “Ni Una Menos, Ni Una Muerta Más” una acción consciente, colectiva, coherente y organizada para prevenir, sancionar y evitar femicidios.

El horror de la realidad promueve leyes para prevenir, erradicar y sancionar estos delitos. La ley Nacional Nº 27.499 -Capacitación en género de los funcionarios de los tres (3) Poderes del Estado- es un acertado aporte para concientizar y consolidar una nueva cultura de igualdad y equidad para una sociedad libre de violencias machistas, que lleva el nombre Micaela, una joven víctima del ilícito cometido por un condenado por múltiples abusos sexuales, que debía estar preso, pero salió anticipadamente de la cárcel, beneficiado por la decisión de un juez, que le concedió la libertad, contrariando los informes negativos del Servicio Penitenciario de Entre Ríos. En nuestra provincia se sancionó la ley Nº 10.174 con el mismo objetivo.

La Real Academia Española incorporó la palabra “femicidio”, agregada en el año 2014 a la 23ª edición del Diccionario de la RAE. Otra modificación significativa es la supresión de las acepciones sexistas de “femenino” como “débil, endeble” y de “masculino”, como “varonil, enérgico”.

El licenciado Andrés Montero Gómez, un reconocido psicólogo español Director del Instituto de Psicología de la Violencia,  afirma que la violencia de género es un crimen por convicción. El agresor aplica la violencia para mantener el comportamiento de la mujer dentro de  parámetros que responden, exclusivamente, a la voluntad del agresor. El femicida está convencido de su derecho a utilizar violencia, a fin que la mujer se comporte conforme a un orden determinado y acorde a sus convicciones. Según este investigador, los atacantes de mujeres no se diferencian de ninguno de los dictadores totalitarios que han asolado la historia de la Humanidad. El agresor de género es un dictador, que impone su voluntad por medio de violencia, en el marco interpersonal de una relación de pareja.-

El asesinato de la mujer en situación de violencia de género, representa el fracaso del agresor para someterla. La realidad de muchas mujeres es mucho más trágica y dura de lo que incluso imaginamos. Lo que el violento prefiere es continuar ejerciendo su tiranía y tortura sobre la mujer durante toda la vida. El agresor llega hasta el asesinato porque la mujer quiere ser libre, tener la libertad que nos hemos dado en las imperfectas democracias tras innumerables sacrificios y revoluciones. Así, más del 80% de las muertes en violencia de género se producen en el contexto de una eventual ruptura de la pareja a instancias de una mujer, una esclava, que quiere romper sus ligaduras y reencontrarse con su identidad arrebatada. Por eso las matan.

Es una realidad que la sociedad, tal como la hemos construido, está sustentada en códigos de supremacía y dominancia masculina sobre la subordinación femenina. No creo que sea difícil, con los matices que sean necesarios, aceptar por la mayoría de la población que la desigualdad entre hombres y mujeres, con  preponderancia de lo masculino, ha sido la regla dominante sobre la que hemos construido nuestra sociedad. A medida que el progreso ha ido avanzando, nos hemos ido liberando de discriminaciones y esclavitudes.-

El autor citado considera que es necesario provocar un cambio profundo, revolucionario, que sea trasversal a todas las estructuras sociales, tan importante como las revoluciones que posibilitaron la construcción de los estados modernos, sobre las ruinas del feudalismo o de las dinastías. Así como la Revolución Francesa puso de manifiesto el fin de las esclavitudes de clase, la americana el fin de las esclavitudes de raza, ahora la Revolución Feminista debe lograr el fin de la esclavitud de género. Ahora tenemos otras esclavitudes más globales, como la económica, la geoestratégica, pero las democracias han declarado abolidas legalmente aquellas otras tradicionales. Sin embargo, por muy legalmente que se hayan subvertido ciertas esclavitudes, los códigos sociales de supremacía masculina y subordinación femenina, continúan transmitiéndose de generación a generación.

En 125 países hay leyes que consagran la igualdad de varones y mujeres, en otros 70 países no existe norma alguna al respecto. Pero aún en los países que garantizan la equidad de género, existen techos, de cristal o de hormigón, que obstaculizan la equidad de acceso y representación entre hombres y mujeres. Esos techos están construidos con nuestros prejuicios, con nuestros modelos mentales, con nuestras formas de entender el mundo. Y estos productos mentales continúan heredándose. La familia es donde se practica la primera y más fuerte socialización. Afortunadamente, la transmisión de códigos de géneros es paulatinamente menos marcada en dominancia masculina en la sociedad de hoy, pero la decadencia del modelo hegemónico de masculinidad es lenta, costará muchas décadas y desigualdades todavía y, ante todo, exige que todos y todas lo tengamos claro, claro que existe y claro que queremos cambiarlo.

En nuestro país, el estado nacional aún no ha creado un Registro Nacional sobre el tema de violencia de género como institución nacional autónoma y con competencia específica y exclusiva, a diferencia de Colombia, Perú, España, Chile, Honduras, Uruguay, que son sólo algunos de los países que cuentan con estadísticas oficiales de femicidios, como se puede ver en el Observatorio de Igualdad de Género de Cepal. Este vacío institucional pone en evidencia que el sistema de valores y prioridades estatales públicas debe ser revisado. 

Ahora debemos asumir el compromiso social de cohesionarnos en el objetivo de generar las acciones y las políticas que erradiquen las causas que subyacen en la cultura de la dominación de un sexo sobre el otro, erradicar las inequidades y violencias en las relaciones interpersonales, para lograr las igualdades que faltan. Sumemos compromiso, vocación, trabajo y comprensión para aportar a la noble causa de la erradicación de la violencia de género, para el bien de todas y todos. Que así sea.

                     Dra. Isabel Marta Salinas. La Rioja, 2 de junio de 2023.-

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