El gobierno de Javier Milei tiene un solo pedal: el de acelerar. Cada vez está más claro que eso, que en algún momento fue un activo, hoy se convirtió en un problema. El equipo económico da volantazos, dispuestos a forzar la máquina para llegar al 26 de octubre sin aumentos significativos en el valor del dólar ni en la inflación, aunque juren que se trata de dos variables independientes que no tienen absolutamente nada que ver. Esa fecha, sin embargo, parece cada vez más lejos.
El daño colateral es considerable. Esta semana generaron malestar al mismo tiempo con los bancos, a los que les encajaron un corralón, y con los industriales, que no pueden sobrevivir con las tasas super altas que convalidó el gobierno en su desesperada fuga hacia adelante. El cierre de listas, que concluye esta medianoche, terminará de dinamitar puentes con otros aliados que hicieron buena letra durante dos años y hoy van a quedarse con las manos vacías.
Muchos de ellos tienen una banca en el Congreso hasta diciembre y pocos incentivos para seguir bancando al oficialismo, sobre todo si sus padrinos y sponsors le sacan el banquito al presidente. Es un escenario factible si pierde fuerte en septiembre o en octubre, o si se escapa el dólar, o si se descontrola la represión. Milei puede quedar fácilmente en una situación de extrema debilidad en un conflicto de poderes que él mismo provocó y de consecuencias imprevisibles.
Las novedades en las múltiples investigaciones simultáneas de la cripto estafa Libra causan un profundo malestar en la Casa Rosada. Existe la posibilidad cierta de que Mauricio Novelli y Manuel Terrones Godoy, socios del presidente, sean detenidos preventivamente en las próximas semanas o en los próximos días. Las ramificaciones de la tragedia causada por una partida de fentanilo contaminado también impactaron en los hermanos Javier y Karina Milei.
Milei tiene miedo de ir preso por los actos de corrupción que cometió sin cuidado y tiene miedo de que los mismos que lo llevaron hasta lo más alto ahora lo descarten para reemplazarlo por su vice o por algún gobernador. Miedo es una palabra fuerte. Esta semana Sebastián Premici publicó en El Destape una nota con la opinión de tres economistas: Alejandro Vanoli, Christian Buteler y Eduardo Hecker. Eligieron otras palabras: “dudas”, “desconfianza”, “nerviosismo”, “terror”, “incógnita”.
Por eso el presidente se hizo cargo de la campaña desde el primer minuto, algo que no estaba en los planes. Su rostro es el principal activo de La Libertad Avanza: eso explica la sesión de fotos express en La Matanza y el acto en La Plata, de cara al 6 de septiembre. Hasta hace poco, le restaban importancia a las elecciones provinciales. Incluso creían que un triunfo del peronismo podía ayudarlos a movilizar en octubre. Ahora temen a las repercusiones que traiga una muestra de despoder.
Jugar el as en la primera mano es una apuesta arriesgada: el rechazo a Milei es alto en el conurbano, donde algunas de las políticas de ajuste pegaron con más fuerza. En una campaña en la que los dos espacios se definen principalmente como opuesto del otro, y en la que el juego dejó de ser quién convence a los del medio para pasar a ser quién moviliza a los desencantados, su figura puede activar el voto opositor además de galvanizar el propio.
Hay un dato interesante en la encuesta que publicó esta semana la consultora cordobesa Explanans. Aunque en ese estudio, la aprobación y el rechazo a Milei siguen parejos (50,5 a 49,5, en verde), cuando se le pide a la gente que evalúe el gobierno numéricamente del 1 al 10, sólo la mitad de los que lo aprueban lo hacen poniéndole un 10, mientras que entre los que lo rechazan el 90 por ciento le pone un 1 y casi no hay matices en el repudio. El núcleo duro negativo duplica al positivo.
El discurso antiperonista duro para la campaña no es el mismo de 2023 ni el del primer año de gestión, sino que fue radicalizándose con el correr de los últimos meses, a medida que la situación política, económica y social se deterioraba. Una lectura posible es que no tiene otra agenda que funcione para contener a su núcleo duro. Otra, no contradictoria, es que cada vez le habla menos a su electorado y más a la verdadera casta, que en este país es gorila, para que no le suelte la mano.
Mientras tanto se recuesta cada vez más en el gobierno de Estados Unidos para obtener el respaldo que le está flaqueando puertas adentro. Esta semana el ministro de Economía Luis Caputo dijo que el Banco Central no va a comprar dólares antes de las elecciones, contrariando el compromiso con el FMI. Eso no tendrá consecuencias porque a esta altura el organismo responde a la voluntad de la Casa Blanca, que no va a soltarle la mano a Milei por ahora. La pregunta es a qué precio.
Desde que asumió Donald Trump quedó claro que Estados Unidos ya no tiene la potencia necesaria para imponer condiciones y obtener concesiones de Rusia o China, entonces se vuelve contra sus propios aliados a los que les exige una suerte de vasallaje neocolonialista a cambio ya no de apoyo, protección o dinero sino del apoyo, la protección o el dinero que haya dado Washington en el pasado. Trump cree que existe una deuda y vino a cobrarla, por las buenas o por las malas.
En Europa lo ven como una amenaza. Las conversaciones entre Estados Unidos y Rusia sobre el conflicto en Ucrania los reduce a un rol secundario y potencialmente desamparado en el futuro. No faltan argumentos para decir que en la cumbre Trump - Putin en realidad sólo sacó a la luz una pérdida relativa de poder que ya era cierta, aunque no se asumía. La forma en la que las autoridades europeas manejaron las negociaciones por el aumento de tasas hace poco por desmentir esa idea.
En América Latina también lo ven como una amenaza, como quedó claro en la reunión que compartieron Lula, Gustavo Petro, Gabriel Boric, Yamandú Orsi y el español Pedro Sánchez el mes pasado en Chile, que concluyó con un documento que advertía sobre “el avance global de los extremismos de derecha”. El presidente de brasil ha sido en los últimos meses el principal vocero de esa posición, en el marco de un conflicto bilateral que sigue escalando.
Debe prestarse especial atención al reciente despliegue de más de 4000 tropas junto a fuerzas navales, aéreas y submarinas en el mar Caribe. Hace una semana Trump firmó una orden que habilita las intervenciones militares directas en el extranjero contra organizaciones narco. Un día antes, había pedido el arresto del líder venezolano Nicolás Maduro, a quien acusa de liderar el cartel de los Soles. Se vuelve concreta la chance de un acto de guerra abierta en suelo sudamericano.
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