La insólita analogía no solo es un despropósito histórico, sino que expone la fragilidad emocional de un presidente que necesita fabricarse una imagen heroica para sostenerse en el poder. Mientras el país enfrenta una crisis profunda, Milei se refugia en las redes sociales, donde construye una versión ficticia de sí mismo. Lejos de la grandeza y el sacrificio de San Martín, su gobierno se caracteriza por la improvisación, el ajuste brutal y la desconexión con los problemas reales de los argentinos. Compararse con el Libertador de América es un acto de arrogancia y delirio. San Martín cruzó los Andes para liberar pueblos; Milei apenas puede sostener su relato sin caer en contradicciones. La diferencia es abismal, y su intento de ponerse a la altura del prócer solo genera vergüenza ajena.